Es otra gran película que consiguió su cometido, y que de una u otra forma mejoro a su antecesora. Además logró un éxito consiguiendo recaudar 30 millones de dólares cuando tan solo había costado 9 financiarla.

Este guión introduce nuevas ideas que se derivan fácilmente de lo anterior. De un lado, las oligarquías pagan grandes sumas por matar personas de un modo seguro y divertido, con lo que no falta quienes se dediquen a dar caza a futuras víctimas para satisfacer la demanda de ese mercado elitista.

Mostrando con ello esa medida catártica desde diferentes puntos de vista como pueden ser la venganza, como se ve con el protagonista, o el simple hecho de liberar la hostilidad que cada uno lleva dentro y matar por un motivo de puro placer, divertimento y purificación personal.

Usando como escudos de protección aquellas máscaras que sirven como un file reflejo de esa mórbida y perturbada forma de liberarnos sin consecuencias.

En cuánto a un breve análisis fílmico podríamos destacar las actuaciones, en especial la de Frank Grillo en una suerte de punisher urbano que sale a buscar venganza por la pérdida sufrida y que más adelante seria el eje de unión de la línea central de la historia.

Vemos así que La tensión se mantiene durante los 103 minutos que dura la película, ayudado de una funcional música de Natha Whitehead y, sobre todo, por una excelente puesta en pantalla con imágenes de gran potencia como un autobús llameante que cruza la calle o los inquietantes enmascarados a cámara lenta, obra del director de fotografía Jacques Jouffret.