La serie fue elogiada por su enfoque en una figura menos explotada del narcotráfico, Carlos Lehder, un personaje complejo y carismático cuya historia suele quedar opacada por la de Pablo Escobar o los hermanos Rodríguez Orejuela. La adaptación del libro Crazy Charlie permitió explorar su mente disruptiva, mostrando cómo su obsesión por la logística y la aviación revolucionó el tráfico de drogas. La recreación de Cayo Norman como un “paraíso criminal” fue un acierto visual y narrativo, destacando la audacia de Lehder para corromper sistemas enteros. Sin embargo, algunos críticos señalaron que la serie pecó de ritmo irregular, con momentos demasiado acelerados en su ascenso y otros arrastrados en su caída.

Lo más valorado fue la interpretación del actor protagónico, quien capturó la dualidad de Lehder: su genialidad estratégica y su paranoia autodestructiva. Escenas como la manipulación de autoridades bahameñas o sus discursos ideologizados (mezcla de anticapitalismo y narcopoder) añadieron profundidad al relato. También se destacó la recreación histórica de los años 70-80, desde la cultura hippie que Lehder admiraba hasta el lujo vulgar del narcotráfico temprano. No obstante, algunos espectadores esperaban más desarrollo de personajes secundarios, como George Jung o los capos colombianos, que quedaron en segundo plano.

Paraíso Blanco destaca por revelar el papel clave de Carlos Lehder en el narcotráfico global, con una narrativa que balancea su genio logístico y sus contradicciones (ecologista/criminal, visionario/megalómano). Aunque le falta el ritmo de Narcos, su fotografía, banda sonora y enfoque en un capítulo poco explorado lo hacen valioso para fans del género. Un retrato crudo, sin glorificación, pero fascinante.