Actualización: junio 19, 2025
Fue entonces cuando el régimen nazi encontró la herramienta propagandística perfecta: los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Con una inversión sin precedentes, Hitler transformó la capital alemana en un escenario de falsa paz y unidad, aprovechando el evento para proyectar una imagen de modernidad y apertura al mundo. Estadios monumentales, transmisiones televisivas pioneras y un despliegue de hospitalidad ocultaban la realidad: los carteles antisemitas fueron retirados temporalmente, y atletas judíos fueron excluidos del equipo alemán o presionados a renunciar. Pero tras la fachada de los anillos olímpicos, el régimen aceleraba sus planes expansionistas y su maquinaria de terror. ¿Cómo logró el nazismo manipular el espíritu deportivo para encubrir su oscura agenda? La respuesta revela uno de los engaños más elaborados de la historia.

La cortina de humo tras la celebración de los juegos olímpicos de Berlín
Un acierto inteligente pues dicha elección de la sede de los juegos olímpicos, no era más que para disfrazar las oscuras intenciones de Hitler de demostrar la superioridad aria sobre el planeta.
Este logró se debe en gran parte a que Joseph Goebbels convence a Hitler de que dicha celebración sería altamente beneficiosa para el nuevo régimen nazi y para su proyección a nivel internacional.
Se procede a llevar a cabo entonces su plan de organización en abril de 1933. Y a Joseph Goebbels se le encarga que lo organice todo.
Un desplegamiento de maquinaria extraordinaria con el fin de llevar a cabo la mejor celebración de los juegos olímpicos hasta ahora no vistos.
Un diseño precedido por Alber Speer quien trataría de evocar a la Grecia clásica con su arquitectura y la construcción del estadio olímpico de Berlín, el cual debería ser el más grande a nivel mundial.
Un aparato de propagandístico de todo tipo de reportajes que impulsaran de una manera efectiva el evento a nivel internacional. En donde se programaron 72 horas de televisión en directo que fueron seguidas por 150.000 personas en salas de visionado instaladas en los puestos de Correo Alemán en las ciudades de Berlín y Potsdam.
Finalizando con el rodamiento de la película documental que inmortalizaría tan magno evento. La película Olympia de Leni Riefensthal, la cual sería uno de los mejores ejemplos de la propaganda nazi, una obra de gran calidad vidual y artística que motivaba las políticas de Hitler en la búsqueda del atleta perfecto de sangre aria.
Dando pie a un evento sin precedentes de los Juegos de la XI Olimpiada, que alcanzaron a más de 100.000 espectadores en el Estadio Olímpico de Berlín, el 1 de agosto de 1936. Organizados inicialmente por Carl Diem y el presidente del comité olímpico alemán Theodor Lewald (de origen judío), quien más adelante sería delegado de su puesto por su origen. Pues no sólo este sufriría aquel rechazo racial, la mayoría de competidores fueron sometidos a un estricto filtro racial.
Sin embargo, estas marcas raciales fueron doblegadas por las victorias de un deportista llamado Jesse Owens, un afroamericano que logró obtener 4 medallas doradas, en las siguientes disciplinas deportivas: 100 metros, 200 metros, Salto de longitud y la carrera de relevos de 4×100. Dejando impresionado a todo el público alemán y convertirse en todo un hito histórico al dejar en vergüenza las políticas raciales del Tercer Reich de Hitler.
Fuentes sobre los Juegos Olímpicos durante el Periodo Nazi
- Solar Cubillas, L. V. Nazismo y deporte. Los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. [PDF]. Bilbao Kirolak y Universidad del País Vasco. Páginas: 30.
- Yordanov, R. (13/09/2013). Jesse Owens, el hombre que retó al racismo nazi. Libertaddigital [Página web]. Recuperado de: https://www.libertaddigital.com/deportes/mas-deporte/2013-09-13/jesse-owens-el-hombre-que-reto-al-racismo-nazi-1276499335/
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